Un perfume hacía furor en España y debe su nombre a los tiempos en los que la cocaína se vendía en farmacias

En la España de los años treinta, las farmacias vendían cocaína sin receta y las revistas de moda anunciaban tónicos milagrosos junto a corsés de acero. Entre ese cóctel de modernidad y excesos, un perfume con un nombre tan provocador como seductor se convirtió en el aroma fetiche de las mujeres más atrevidas. 

Este perfume se convirtió en objeto de deseo entre las mujeres más sofisticadas. Su nombre, Cocaína en flor, era muy popular en la época donde esta droga se utilizada como jarabe, pastilla o inyección, se recetaba para la tos y como analgésico.

Según contó en la cadena COPE la historiadora Ana Velasco, autora de La moda española de 1898 a 1936, la fragancia se anunciaba como “un aroma embriagador” que encajaba con la imagen de la mujer moderna. Lo más sorprendente es que a pesar de su nombre, este perfume no contenía drogas. 

El glamur con aroma medicinal

La moda femenina de la época mezclaba elegancia y riesgo: corsés que moldeaban el cuerpo, cosméticos milagrosos y perfumes como Cocaína en flor, que combinaban un halo medicinal con una promesa de sofisticación

“La prensa femenina estaba llena de productos así”, explica Velasco, recordando la falta de regulación y la dependencia de las revistas de la publicidad que incluían tónicos milagrosos, kits de aborto por correo o perfumes con nombres escandalosos.

Aunque el perfume no contenía cocaína, su nombre evocaba lujo, modernidad e incluso una pizca de placer prohibido. Además, la venta y uso de esta droga se acabó prohibiendo en España a mediados de los años 30, durante la Segunda República, siguiendo una tendencia internacional de control de drogas.

Drogas legales en España en los años 30

Durante los años 30, el consumo de sustancias hoy consideradas ilegales estaba regulado, pero seguía siendo accesible bajo prescripción médica o en ciertas prácticas farmacéuticas. La verdadera transformación vino con la Segunda República y normativas internacionales, que comenzaron a establecer los controladores que hoy entendemos por «drogas».

Según el Instituto Castelao, A comienzos del siglo XX, el mundo empezó a coordinarse para controlar las drogas. La primera gran cita fue en 1909, en Shanghái, donde se buscó regular el comercio del opio. En 1925, un nuevo convenio internacional incluyó por primera vez el cannabis en la lista de sustancias prohibidas, junto con opio, morfina y cocaína.

En las décadas siguientes, los acuerdos internacionales se fueron endureciendo: en 1931 se limitó la fabricación mundial, en 1936 se atacó el tráfico ilícito y, tras la creación de la ONU, se incorporó el control de drogas sintéticas (1948) y de la adormidera (1953). En 1961 llegó la Convención Única sobre Estupefacientes, modernizada en 1971 para incluir sustancias psicotrópicas, y en 1967 se creó la Junta Internacional de Fiscalización para vigilar su cumplimiento.

El gran salto final vino en 1988, con la Convención de Viena, que no solo combatió el tráfico, sino que reguló las sustancias precursoras y el blanqueo de dinero ligado al narcotráfico.

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