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Jamie Foyers, el soldado escocés que murió en dos guerras españolas
Una de las diferencias entre irlandeses y escoceses está en la sangre. En concreto, en la sangre derramada. The Foggy Dew, la canción que narra el Alzamiento de Pascua contra los ingleses en Dublín, de 1916, acoge el verso ‘Twas better to die ‘neath that Irish sky / Than at Sulva or Sud-El-Bar (“Era mejor morir bajo el cielo irlandés que en Sulva o Sud-El-Bar”, en referencia a los frentes de la Gran Guerra que se nutrían de soldados del imperio británico bajo cuyo gobierno quedaba Irlanda). El folklore escocés, por el contrario, lamenta la muerte de sus hijos lejos de la tierra que les vio nacer. Y, al mismo tiempo, se enorgullece e insiste en ello.
Es el caso de la historia de Jamie Foyers, un soldado escocés imposible porque murió dos veces. Y porque, pese a que hay quien afirma lo contrario, no hay registro documental de que haya existido.

Mapa británico del asedio de Burgos.
Mucha de esa literatura, ya sea en verso cantado o impreso, surge de los tan estéticos y bucólicos regimientos de Highlanders, que en realidad eran un empleo poco deseado por cuanto aseguraba de muerte, horror y lejanía del hogar. Si un irlandés se hubiera preguntado por qué morir en Burgos, un escocés le hubiera respondido: “¿Y por qué no?”.
Un regimiento de Highlanders formaba parte de las tropas del duque de Wellington destacadas en la España de 1812. La guerra de la Independencia era, en realidad, una guerra continental donde todos jugaban sus cartas, y las del imperio británico lo apostaban todo contra Napoleón Bonaparte. El asedio de Burgos de septiembre de 1812 fue un choque importante, en el que los Highlanders desempeñaron su trágico papel. Eran el 42.º Regimiento del Primer Batallón, aunque también se les conocía –un apelativo tan seductor como temible– como la Guardia Negra (Black Watch).
Muerte en la falda del castillo de Burgos
Como fuerza de a pie, y en la tradición de las cargas escocesas, su función fue atacar, a pecho descubierto, las lomas del castillo de Burgos. No una, sino repetidas ocasiones. Dada la geografía y la altura del sitio, los Highlanders fueron carne de cañón. Obedientes, como se corresponde a su fama, pero carne de cañón. El asedio de Burgos fue un fracaso y Wellington, con la pesada carga de 500 muertes y 1.500 heridos en un par de noches, retiró a las tropas anotando en su historial su primera derrota –por lo menos, su primera no-victoria– en suelo español.

‘Sitio de Burgos’, por François Joseph Heim
Si a Wellington le quedó el consuelo de la crónica histórica, más una residencia permanente en la Catedral de St. Paul de Londres y una estatua en Hyde Park, a los escoceses les quedó el lamento. Porque Burgos fue el escenario de la primera muerte de Jamie Foyers.
Un soldado literario
En la letra de la primera canción, de 1813, se describe a Foyers como a un soldado del 42.º Regimiento, reclutado desde la Milicia del Perthshire, voluntario en los cuerpos de Wellington y que añora, en su hora final, el perfil de las breves cumbres de Campsie, en Escocia. Foyers es así un recurso literario: su descripción es tan concreta como amplia. Solo puede ser un miembro de la Guardia Negra, pero podría ser cualquier miembro de la Guardia Negra.
El canto habla de alguien que le recuerda desde Escocia. Habla de sus huesos “esparcidos en el duro suelo español”, de cómo un soldado francés le disparó “cuando apoyaba la escalera en el muro”, y de su despedida, de la añoranza de los paisajes, del amor por su padre, por sus hermanas, por su madre. Y que ojalá pudiera estar en el pozo de Baker Brown’s –que existió, en la localidad escocesa de Lennoxtown– porque así sanaría.
El lamento del joven Foyers le acompaña hasta su muerte y lleva al oyente de la tragedia en Burgos a su funeral en Escocia, donde yace en paz. No more will they raise this young hero to battle (“Ya no volverán a llevar a este joven héroe al combate”), dice la canción.
Aunque Jamie Foyers volvió a pelear. En España, y en el frente del Ebro de la Guerra Civil.
Unos versos sin dueño
La balada de Jamie Foyers no tiene dueño, porque no tiene autor conocido. Por tanto, sus acordes y su letra son de libre uso, y han circulado diferentes versiones a lo largo de los años. Pero quizá ninguna se ha consolidado más que la de Ewan MacColl (1915-1989), grabada en 1963 con la nueva historia de Jamie Foyers.
En la guerra civil española no participaron Highlanders y Guardias Negras, sino adscritos a las Brigadas Internacionales. El Batallón Británico contaba con 520 escoceses (el 23% del total de hombres), y participó en la batalla del Ebro, particularmente en la primera batalla de Gandesa (Tarragona).
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En ese choque de entre el 1 y el 3 de abril de 1938, la XV Brigada –la que incluía a los escoceses– protegió a las fuerzas republicanas de las franquistas, muriendo y sangrando para facilitar la evacuación de materiales y personas al otro lado del Ebro. Fue un servicio a una patria que no era la suya y, hasta un punto, un canto del cisne: las Brigadas Internacionales abandonarían España apenas cinco meses después, al caer septiembre de 1938.
Un Foyers sindicalista y futbolista
Y en Gandesa, Jamie Foyers revivió para morir otra vez. Y era todos, y no era nadie. Este Foyers de 1938 ya no era un miliciano, sino un obrero del “Astillero del Clyde”, en Glasgow, un río que cambia por el Ebro para luchar “por la gente de España”. Este Foyers es sindicalista, futbolista y bailarín, y se le recuerda en el dialecto escocés: He wis grand at the fitbaa, at the dance he wis braw.

Batería de los sublevados disparando contra las fortificaciones republicanas en la sierra de Cavalls, durante la batalla del Ebro
El Foyers que viaja a la España de la Guerra Civil le dice a su Lassie (chica) que volverá, pero al poco de poner pie en el país se encuentra en el terrible frente de Belchite (24 de agosto-6 de septiembre de 1937). La versión de MacColl recuerda a Foyers siempre “en primera línea”, hasta que en el asedio a Gandesa una ametralladora y una “bala en el cráneo” acaban con su vida. En la guerra del siglo XX, frente a la del XIX, no hay un parlamento final, ni un buen deseo, ni una muerte humana. El Foyers del siglo XX muere fulminado, y “ninguna lápida honrará su tumba”.
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Ni el folklore ni la historia han dado una tercera vida, por el momento, a Jamie Foyers. Ni, tal vez, los escoceses contemporáneos dejarían con tanta facilidad su tierra para defender a un rey o a una idea. No obstante, en Edimburgo existe War & Son, una tienda especializada en motivos de la guerra civil española. En la falda del castillo de Edimburgo habita el memorial de la Guerra Española, como se conoce en Reino Unido a nuestra guerra de 1936 a 1939. Y en los East Princess Street Gardens, una placa recuerda a los voluntarios que combatieron al fascismo en España.
Entre tanta presencia y memoria, quizá Jamie Foyers no necesite una tercera vida.