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¿Es ‘lo femenino’ la gran tendencia de 2020? Así se reinventa (de nuevo) el concepto a nivel estético
Uno de los primeros rasgos en lo que podría ser una de las grandes tendencias de 2020, lo femenino (así, tan amplio como suena), es que la intención de androginia parece haber desaparecido, al menos en cierto modo. A pesar de que hay firmas que llevan el genderless en su núcleo (ahí están Comme des Garçons o Rick Owens, por ejemplo), la mayoría de las marcas han optado por marcar, más o menos levemente, la diferencia entre los patrones masculinos y los femeninos, aun cuando lo mixto es una realidad. La novedad, quizás, reside en que la mezcla no se realiza con la finalidad de fusión, sino de uso de esos códigos indistintamente del género, es decir, que no haya que realizar renuncias (si no se quiere) solo porque algo tenga una etiqueta colgando. ¿Una manera de plasmarlo? A través del uso que las mujeres hacen de prendas consideradas masculinas, como boxy blazers o trajes de chaquetas con pantalones amplios, como los de Hermès: aunque las piezas las hayan usado ellos, ya no son préstamos ni armas que utilizar en pos de conseguir el poder, sino solo herramientas de expresión (y puede que hasta de diversión) y parte de nuestro imaginario, aunque en otro tiempo supusiesen una conquista.
Ese discurso, el del poder asociado a una u otra estética, también podría estar detrás de esta oda a lo femenino que se ha visto en las tendencias de 2020. Como sostuvo Alba Correa, network editor de Vogue.es, “la revolución feminista que desde hace (pocos) años ocupa -por primera vez de forma no demonizada- el escaparate mediático no teme asociarse con lo rosa, la purpurina, el tul, la organza, los tejidos vaporosos, y todo un imaginario hermanado al universo femenino”. El desarrollo del rol de la mujer (o de cierto tipo de mujer) al entrar en espacios dominados por hombres ha implicado otra gran renuncia: el dejar atrás todos esos elementos por considerarse no delicados, sino débiles. Una mujer así no podía ser tomada en serio, y ahí el ejemplo más efectista que puede esgrimirse es el de Reese Witherspoon actuando como Elle Woods en Una rubia muy legal (2001): su pasión por todo el espectro del rosa, los peluches y su afición a las revistas de moda la invalidaba, de entrada, para destacar en la facultad de Derecho, donde el resto del alumnado, mujeres incluidas, se perfilan como personas tan competitivas como grises. El desenlace, ya se conoce tan bien como la moraleja.