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Echo de menos cuando Guy Ritchie y Jason Statham eran la mejor pareja del cine de acción
Hay parejas de actores y directores que son tan impepinables, como puede ser la de Martin Scorsese con Robert De Niro o luego con Leonardo DiCaprio, que da igual cuántas películas fabulosas hagan por separado siempre vamos a recordarlos juntos. Por gran afinidad personal o profesional, o por una mezcla de ambas, consiguen un entendimiento artístico que engrandece lo que vemos en pantalla.
No necesitan dar siempre resultados increíbles, basta con que ambos consigan que el otro acabe sacando la mejor versión de sí mismo al trabajar juntos. Como podéis imaginar, hoy toca hablar del caso de Guy Ritchie y de Jason Statham, una pareja que para algunos no resultará tan inmediatamente icónica, pero es clave en el cine de acción marrullero de este siglo. Sus despegues fueron prácticamente juntos, y desde entonces se han juntado en puntos esporádicos. Momentos que han logrado ser un poco más especiales que cuando han separado caminos.
Ahora mismo los dos se encuentran en punto muy prolífico de sus carreras, que no es lo mismo que un gran punto creativo. Ritchie saca películas y series con un ritmo infatigable, casi como si estuviera en necesidad de cubrir deudas con una de las mafias que muestra en su cine, mientras que Statham sigue el camino esperable de una superestrella establecida como él. Esto es: excesivamente seguro y a menudo olvidable incluso aunque esté haciendo variaciones de sí mismo.
El actor en concreto ha encontrado cierto filón en colaborar con David Ayer, además de ponerse al frente de una franquicia con tiburones gigantes. Ni uno ni otro son capaces de explotar del todo lo que Statham puede lograr cuando es empleado debidamente, más allá de darle momentos donde exhibir poderío físico en peleas.
La mejor versión de esta estrella es cuando tiene espacio para resultar antipático, un canalla con carisma pero que puede llegar a irritar como colaborador, incluso aunque haga gala de profesionalismo inmenso. Sus intentos de ser una estrella familiar van en contra de esa área donde se mueve estupendamente.
Al mismo tiempo, el director va moviéndose todo el rato entre géneros y formatos, alternando cine y televisión para explorar desde sus tradicionales mundos de la mafia hasta cine de aventuras añejo o cine bélico de tonalidades diferentes. No ha dado precisamente los resultados más memorables de su carrera, aunque trabajos como ‘Tierra de mafiosos’ tengan parte de su brillo de antaño.
Parte del motivo es que no termina de encontrar un protagonista tan fiable con el que proponer cosas a nivel de acción o que saquen todo el provecho a sus personajes con tendencia a lo incorregible. No es que los Tom Hardy, Henry Cavill o Jake Gyllenhaal no funcionen estupendamente (el primero lo hace al menos), pero no terminan de darle ese punch extra.
Un entendimiento especial


No es de extrañar que las mejores películas recientes tanto de Guy como de Jason sean ‘Despierta la furia’ (esta igual es la mejor película de ambos en general) y ‘Operación Fortune: El gran engaño’. Dos películas de tonos muy diferentes, siendo la primera una variación muy oscura y potente del thriller “venganzamática” y la segunda su propia versión apócrifa de James Bond. Dos personajes distintos, que Statham encarna sin miedo a explotar aristas incómodas, y que permite a Ritchie darle un giro más personal a los temas y géneros que aborda.
Ambas versiones les permiten o bien ponerse más sugerentes, o bien divertirse un poco elaborando secuencias de acción. No hace tanto de esta última colaboración (sólo dos años), pero en sus términos prolíficos parece que ha pasado una eternidad. Y si quieren estar una vez al año reclamando nuestra atención, bien podrían hacerlo juntos, ya que la inspiración mutua que se sacan sigue siendo mágica.
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