Es cierto que el pelo enmarañado a lo nido de abeja de Prada ha sido un tanto polarizante en redes sociales –si bien muchas personas lo alabaron otras relacionaban la estética con casos de depresión. “Oooh, entonces tengo pelo Prada, no de depresión crónica”, decían–. Pero, interpretaciones aparte, sin duda es otra manera de revisitar los códigos estéticos tradicionales y de normalizar que no somos perfectas, ni nuestras melenas tampoco. Es una especie de regalo para simplificar nuestro día a día. Y no lo decimos porque la tendencia implique desterrar de por vida herramientas de peinado, sino establecer una relación más sana con nuestro pelo, asumiendo que el cabello pluscuamperfecto de revista no existe porque el devenir de las horas y de la vida real, incluso en las melenas trabajadas con herramientas de styling, lo electrifica. Como nos explicó la psicóloga Pilar Guerra cuando hablamos con ella sobre el pelo en positivo: “El frizz también podrá ser una realidad más que ya no está reñida con la estética, porque dejar luchar contra el encrespamiento nos puede hacer más libres y más consecuentes con nuestra forma de ser y pensar”.
Para la estilista María Roberts esta tendencia también pivota en torno a la necesidad de buscar estilos asequibles compatibles con el ritmo de vida de 2025. “Es cierto que vuelven las texturas más naturales y en los salones se están empezado a demandar más tratamientos antiencrespamiento suaves que alisados súper planos. Por nuestro estilo de vida vamos a ir buscando las cosas fáciles y cómodas. Y cómodo es hacerte lo menos posible”, explica a esta cabecera.
El ya viral #PradaHair de su desfile otoño-invierno 2025/26.Daniele Venturelli/Getty Images