Gucci inaugura la Semana de la Moda de Milán en verde Castleton

Qué diferencia pueden marcar un color diferente y un compositor ganador de un Oscar en un desfile de moda, como demostró Gucci en su primera colección post Sabato De Sarno el martes en Milán.

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El desfile y el decorado, el debut de los seis días de la Semana de la Moda de Milán, fueron útiles recordatorios del poder de la marca Gucci, algo que demasiada gente ha olvidado últimamente.

Atrás quedó el morado intenso que obsesionaba al desterrado director creativo. En su lugar, la sala verde era de un intenso verde Castleton, al igual que las invitaciones, las cortinas y los asientos tipo banqueta del interior del enorme espacio del desfile. Incluso las pasarelas se hicieron en dos enormes G entrelazadas.

Presentado en el interior de Superstudio Maxi, un gigantesco club de fiesta del sur de Milán, el desfile contó con una fantástica banda sonora original de Justin Hurwitz, ganador de dos Oscar a la mejor canción original y a la mejor partitura original por» La La Land». Dirigió enérgicamente una orquesta de cámara en directo ante una primera fila en la que el director general de Kering y mecenas de Gucci, François-Henri Pinault, se sentó junto a Julia Garner, Jessica Chastain, Parker Posey, Jannik Sinner, Yara Shahidi, Dev Patel, Xiao Zhan y Wen Qi; nada mal para una casa sin diseñador.

Una actuación entusiasta que impulsó este desfile y esta colección, un conjunto cauto pero ágil de éxitos de Gucci a lo largo de varias décadas creados por el equipo de diseño de la casa. Desde los abrigos estilo «peacoat» de piel y mohair de los años 60 hasta las faldas hasta la rodilla con aberturas laterales, las túnicas de botones grandes o algunos trajes de negocios de tweed Donegal perfectamente cortados. Damiselas «dolce vita» de paseo, seguras de hacer girar las cabezas a su paso.

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Hasta los «slip dresses» de los años 90, blazers revestidos de gran tamaño con cuello de pico o mini vestidos de cóctel de lana bouclé. Lo mejor de todo fueron los vestidos de terciopelo con estampado en G entrelazado y las faldas semitransparentes combinadas con leotardos también de terciopelo y lucidos con colgantes de estribos dorados. Todo ello se lució con varias propuestas nuevas del bolso Horsebit 1955 que tenían un aspecto muy comercial.

Hubo un tiempo, bajo el liderazgo de Alessandro Michele, en que la chica Gucci parecía vivir en Brooklyn. Ninguna de estas chicas parecía haber cogido el metro.

A mitad del desfile, la orquesta de cámara cambió de ritmo y salió a escena la colección de ropa masculina, que presentaba un nuevo y afilado traje de doble botonadura con chaqueta alargada y pantalones entallados, cortados por detrás a la altura del tobillo y llevados con zapatillas de cuero muy bonitas. No era demasiado rompedores, pero sí diseños decentes, al igual que algunos estupendos cárdigans de mohair. Eso sí, fue difícil comprender por qué había seis versiones del mismo abrigo, aunque en distintos materiales.

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«Queríamos hacer una declaración como marca», dijo el director general de Gucci, Stefano Cantino. Y la casa sin duda lo hizo con un desfile excelentemente escenificado que terminó con una veintena de jóvenes diseñadores saliendo a saludar de forma conjunta en el quiosco de música. Todos vestidos con sudaderas verde taiga.

A pesar de ser uno de esos días de niebla en los que las nubes descienden como «porrigde» de los Alpes y Milán parece muy lúgubre, varios miles de fans se arremolinaron en el exterior, aclamando a cada estrella a su salida. Puede que Gucci haya sufrido varios años difíciles y haya visto caer sus ingresos un 20 % en el trimestre más reciente, pero a juzgar por estos fans, la marca sigue siendo una gran firma de culto.

La casa no se pronunció sobre el posible sucesor de De Sarno, aunque se espera un anuncio en las próximas semanas, siendo Hedi Slimane el diseñador con menos posibilidades.

Puede que el negocio haya sido difícil, pero hay mucha vida en la casa Gucci.