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Glamour y moda en la Belle Époque
Lola Horcajo y J.J. Fdez Beobide
Jueves, 1 de agosto 2024, 07:13
Las diversiones de San Sebastián, que son muchas, van también en alto grado contra el bolsillo… Las exigencias de la vanidad obligan a llevar gran surtido de ropa de todas clases, porque desde las 10 de la mañana se emperejila la gente, y para el casino, las noches de cotillón, se exhiben lo que nuestros vecinos llaman toilettes catapulteuses». (E. Pardo Bazán, La Ilustración Artística, 30/9/1895)
Como bien sabía doña Emilia Pardo Bazán, cronista y veraneante en nuestra ciudad en 1895, los requisitos de la vestimenta, durante aquellas largas estancias estivales de la alta sociedad en San Sebastián obligaban a utilizar un atuendo diferente para cada momento y ocasión del día ya que la ciudad balnearia ofrecía muchas y variadas distracciones.
La belle époque en Jantziaren Zentroa. El Museo del Traje Jantziaren Zentroa, de Errenteria, tiene abierta al público, con entrada gratuita, una interesante y vistosa exposición titulada ‘Belle Époque’, una época caracterizada por el optimismo, el progreso social y el desarrollo tecnológico que quedaron reflejados en la forma de vestir. La evolución de la moda femenina en esta época, que abarca desde finales del siglo XIX hasta el estallido de la I Guerra Mundial (1914), se visualiza mediante 14 modelos, réplicas de los originales que posee el museo, repartidos en dos ámbitos bien diferentes. Por un lado, ocho maniquíes visten elegantes trajes utilizados para la calle, el hipódromo o el teatro, o para asistir a fiestas, bailes y cotillones. Por otro lado, se exponen otros seis modelos de moda sport para practicar la equitación, el tenis, andar en bicicleta, ir en automóvil o bañarse en el mar.
El baile cotillón. Con el salón de baile del Gran Casino de Alderdi Eder como telón de fondo, se presentan los sofisticados vestidos de fiesta. El primero sería un descotado vestido con polisón combinando brocado granate y seda blanca, que bien podría haberse utilizado para la inauguración del Casino el 1 de julio de 1887. Este evento podría considerarse como el pistoletazo de salida de la Belle Époque donostiarra. La fiesta, que contó con dos conciertos ofrecidos por la Orquesta de París desde el quiosco de la terraza y un espectáculo de fuegos artificiales, dio paso al baile cotillón en el Gran Salón. Para esta especial ocasión, las señoras lucieron las más elegantes toilettes acompañadas de espectaculares joyas mientras se bailaron románticos valses y alegres polkas.
La moda que primaba en ese momento exigía el uso del apretado corsé para lograr una ‘cintura de avispa’ y llevar polisón. Éste consistía en un armazón que se ataba a la cintura bajo las enaguas, para que abultase la falda del traje por detrás. En su evolución, el polisón se fue reduciendo de tamaño para convertirse en una almohadilla, decayendo su uso hacia final de siglo.
Hipódromo, teatro y toros. La burguesía que acudía a San Sebastián a tomar los baños de mar además quería disfrutar del tiempo libre y la ciudad se esforzaba cada año para ofrecer nuevas distracciones a nivel de otras grandes estaciones balnearias de Europa. En 1903 se inauguró la plaza de Toros del Chofre y en Ondarreta comenzaron a celebrarse concursos hípicos internacionales. Entre 1902 y 1912 se abrieron tres parques de recreo, Ulía, Martutene e Igeldo, y un nuevo teatro, el Victoria Eugenia, empezó a dar representaciones teatrales y cine. En 1916 se inauguraba el hipódromo de Lasarte. Todos estos eventos, a donde acudía la gente para «ver y dejarse ver», eran motivo y ocasión para que la alta sociedad luciera atuendos especiales demostrando su elegancia, lo que haría proliferar los talleres y comercios de moda en Donostia.
La mujer y el deporte. El deporte tuvo gran influencia en la evolución de la moda femenina aportándole mayor comodidad y libertad de movimientos. En 1896, se disputaron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, con participación exclusivamente masculina, lo que provocó la reacción de los sectores más reivindicativos del movimiento feminista exigiendo el derecho de las mujeres a competir en igualdad.
Tardarían tres décadas en conseguir una presencia oficial en unas pocas especialidades olímpicas, pero mientras tanto, la mujer, aunque nos refiramos sobre todo a las clases pudientes, fue practicando deportes como el golf y el tenis, y reivindicó pronto el uso de la bicicleta. Superando imposiciones sociales, y llegando a escandalizar a los sectores más conservadores, fue aligerando su vestimenta hasta liberarse del corsé, vestir pantalones o bañarse con maillots semejantes a los que utilizaban los hombres.
El Law-Tennis. El tenis había nacido en Inglaterra hacia 1875 siendo uno de los primeros deportes a los que se incorporó la mujer, dado que se consideraba un juego de habilidad y no de fuerza. En la década siguiente ya se empezó a practicar este deporte en Donostia. Probablemente la primera pista de tenis de todo el país estuvo en la villa Toki Eder de Ategorrieta de Patricio Satrústegui. Su hija Carmen, sería la primera donostiarra que jugó al law-tennis y su hermano Jorge sería el fundador, en 1904, del «San Sebastián Recreation Club», origen del Real Club de Tenis.
Para jugar al tenis, las mujeres usaban un traje similar al utilizado en la calle, con corsé, blusa de cuello cerrado, falda hasta el suelo y botines de cuero. No sería hasta final de la I Guerra Mundial (1918) cuando su vestimenta se empezó a aligerar, liberándose del corsé y acortando las faldas.
Trajes para montar. La equitación fue un deporte de la alta sociedad en el que tradicionalmente participaba la mujer. Tenía que utilizar una montura especial para colocar las dos piernas al mismo lado, ya que tenía vetado cabalgar a horcajadas como los hombres, lo que dificultaba mucho la monta. El traje de amazona, inspirado en la moda masculina inglesa, constaba de una levita o chaqueta y una falda muy larga que le cubría hasta los pies. En los años veinte empezaría a utilizar pantalones para montar a caballo de forma natural.
Mujeres en bicicleta. A finales del siglo XIX se empezaron a fabricar las bicicletas en serie, lo que supuso un abaratamiento del coste llegando a ser asequible para las clases populares. Pese al rechazo de la sociedad conservadora a que la mujer utilizara este medio de transporte, su uso se fue extendiendo, siendo necesario acortar la falda para evitar enganchones y tropiezos. Mucho más cómodos resultaron los pantalones bombacho o ‘bloomer’, que deben su nombre a Amelia Bloomer, activista feminista que apostó por este tipo de prenda basada en los anchos calzones utilizados en la India. Estos pantalones y la bicicleta llegaron a convertirse en un símbolo de la lucha feminista y de la igualdad de derechos de la mujer.
El lanzamiento de la falda pantalón en Donostia en 1911, sólo un mes después de su presentación en París, representaría un hito en el avance hacia la comodidad del vestir femenino.
La moda del baño. La moralidad de la época exigía la delimitación de zonas separadas para damas y caballeros en la playa, que se mantuvo en la Concha hasta 1913. Para facilitar la operación de vestirse y desvestirse para el baño se colocaban casetas de baño que, arrastradas por bueyes, se acercaban lo más posible a la orilla, para reducir al mínimo la exposición del cuerpo, especialmente de las mujeres, a pesar de los púdicos trajes de baño que debían cubrir a los bañistas desde el cuello hasta el tobillo y, más tarde, ‘sólo’ hasta la rodilla. Las casetas desaparecieron en 1926, a la vez que se permitió tumbarse en la arena para tomar baños de sol, con los modernos maillots de baño similares a los de los hombres, que dejaban los brazos y las piernas al aire, siguiendo la moda que ya se practicaba en Biarritz desde una década antes.
La Belle Époque en Errenteria, galletas y patatas souflé. A principios del siglo XX, Errenteria, una población «alegre e industrial», se convirtió en lugar habitual de excursión para donostiarras y veraneantes durante la Belle Époque. Podía irse en el ferrocarril y sobre todo en tranvía eléctrico tipo jardinera, lo que permitía, en un viaje de 30 minutos desde el Boulevard, ir contemplando un paisaje todavía rural y el puerto de Pasajes hasta llegar a Errenteria. Allí había que realizar dos actividades imprescindibles: comprar galletas en ‘la galletera’ y merendar «patatas souflés» o chocolate con churros y bolado en el restaurante de moda, el Panier Fleuri.
La exposición de verano. El director de Jantziaren Zentroa, Ramón García, y el comisario de la exposición, Germán Nestares, junto a un formidable equipo de colaboradores, han realizado un magnífico trabajo confeccionando las réplicas de vestimenta femenina que se muestran en la exposición ‘Belle Époque’ que se podrá contemplar hasta el 27 de octubre.
Además, en el piso superior se puede ver la colección ‘Moda de Boda’, donde se exponen 16 magníficos trajes de novia de los siglos XIX y XX, y más arriba, otra sala muestra la evolución del traje desde el siglo XVIII, además de dedicar un apartado a piezas originales de Cristóbal Balenciaga.
La visita de este museo, que sólo abre en fines de semana, es aconsejable para «todos los públicos», y pese a que echemos en falta las galletas y las patatas souflé, podremos completar la excursión, recorriendo el casco viejo con sus torres medievales o parando en alguna de las terrazas de la Alameda.
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